9/28/2009


¡Estoy feliz tras la súper friega (sic) que me paré en el Séptimo Congreso Nacional de Educación Sexual y Sexología!

Coordiné el simposium sobre erotismos emergentes, presenté una ponencia sobre sexualidades alternativas, coordiné con mi amigo Jos un taller sobre juegos de poder... y presenté este libro de mis aventuras en ese submundo sobre el cual escribe Ricardo Ayala en su blog AQUÍ.

Un abrazo a todas las personas que compraron "Susana..." y cuyos comentarios espero con gran gusto. G




"Susana, memorias del table dance", a la venta en El Armario Abierto (AQUÍ), Gandhi, Sanborns y librerías de prestigio.

9/01/2009

Esta mañana leí en el New York Times sobre la película "The Girl Experience", de Steven Sodeberg.

Uno de los comentarios era sobre cómo retrataba las complejidades de comerciar con sentimientos.

Eso: lo que me hizo doler el corazón ese día que me encontré -indebidamente, por supuesto- dándole tiernos besos a un cliente a través de una nieve de limón, después de haber pasado la comida platicando.

Lo que me tenìa confundida mientras recorría con otro de ellos la exposición de animales fantásticos de Toledo en el Museo Amparo.

Lo que me llenó de culpa tras lograr con varias chicas que uno más vaciara su quinta tarjeta de crédito en un tugurio de carretera.

Lo que me hizo bailarle con intensidad a ese músico que trabajaba en computadoras, yque se puso a aplaudirme tras el segundo passé con que remataba los giros en el tubo con mi boa de plumas.

Lo que me hizo entristecer con aquel veterinario con quien amanecí bebiendo y hablando de su esposa... y así.

Algo que no sólo hacen las acompañantes o "alegradoras", como reivindicaba la querida amiga de quien tomé prestado el que fue la mayor parte del tiempo mi nombre de pista.

Algo que hacen otros también, como los entrenadores personales... o los publicistas.

Me gustaría ver esa película. Tú, ¿verías la mía?

Esta mañana leí sobre "The Girlfriend Experience" en el New York Times.
Uno de los comentarios era sobre cómo retrataba las complejidades de comerciar con sentimientos.
Y me acordé de cómo me dolió el corazón ese día que me encontré -indebidamente, por supuesto- dándole tiernos besos a un cliente a través de una nieve de limón, después de haber pasado la comida platicando.
La confusiónque sentía al recorrer con otro de ellos la exposición de animales fantásticos de Toledo en el Museo Amparo. Cómo me sentí culpable tras tras lograr con varias chicas que uno más vaciara su quinta tarjeta de crédito en un tugurio de carretera. El gusto con que le bailé a ese músico de fin de semana que me aplaudía emocionado tras los passés con que remataba los giros en el tubo con mi boa de plumas. La tristeza que me dio amanecer bebiendo con aquel veterinario distanciado de su esposa.
Y así: "debilidades" con las que viví mis nueve meses de teibolera.
Cosas, pues, que me quedé pensando...